Tardes dominicales

Tardes dominicales.
Cementerios con vida.
Escapan de las tumbas adoptando la forma de su yo infantil. Juegan con alboroto, como aquel que gastaban en su tiempo de lozanos impúberes.
Tan vitales.
Pero a veces, cuando la noche cae negra y cierta, silban a la luna y rememoran voces, el calor, el olor de los vivos. Rebuscan en bolsillos imágenes antiguas de sus deudos porque si las encuentran, los de aquí citaremos sus nombres en voz alta y ambos mundos se fundirán sin márgenes en fugaz comunión. Sentiremos su tacto.
Un último crepúsculo hasta el siguiente.
Libres, saben que son eternos.

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