La vida sigue

Dónde van los besos que no damos. Dónde van los vinos que rechazamos.

Dónde van las risas que no suenan. Dónde van los juegos que no se juegan.

Quiero pensar que se quedan anotados a nuestra cuenta en el balance de la vida terrenal para que los disfrutemos cuando nos llevan a ese campo que llaman santo. Y lo quiero pensar porque he visto a los niños, en las noches sin luna, correr y triscar. Niños translúcidos. Niños gloriosos. Niños cuyos alegres gritos nadie oye, pero que me han alegrado el corazón con la seguridad de que la vida sigue.

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