Amigos

Todos los miércoles y jueves de semanas alternas algo entretenía durante unas horas a los adultos responsables del orfanato donde algunos aún vivíamos y aprovechábamos ese momento para juntarnos en el cementerio con quienes ya no. A veces, cuando los había, venían también los niños al cuidado de la hermana Ángeles, siempre los más pequeños, temblando y sudando medicina y bastante aburridos, pues por su condición de ni ya vivos del todo como nosotros ni todavía muertos como los demás, sólo podían estar a varios palmos del suelo, generalmente encaramados a uno de los árboles y aquello entorpecía cualquier juego.

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