Desconocidos

—¿Qué miras, mamá?
—Cómo quieres que lo sepa. Si lo miro es porque no sé lo que hay.
—¿Y ahora?
—¿Ahora qué?
—Si ya sabes qué hay.
—No. Está oscuro.
—¿Puedo mirar?
—No, tú quédate ahí. No subas ni un peldaño.
—¿Y si hay un monstruo?
—Puede ser. A los monstruos les encanta la oscuridad. Y la suciedad. Y esto está oscuro y sucio.
—Huele mal. A pis de monstruo.
—Tranquilo, llevo un atizamonstruos.
—Creía que era un paraguas.
—¡Hay tantas cosas que los hijos ignoráis de vuestras madres!
—Y viceversa.
—No sabía que conocías esa palabra.
—Quod erat demonstrandum.

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