La danza de la fortuna o Después de Graham y Bausch

En 1981, Antonia Lipovetzky, natural de Trujillo, revolucionó el mundo del rugby y de la danza contemporánea sin proponérselo cuando, en el preámbulo a la final de la liga universitaria de Flinstone Bucks, erró en su tarea anual: poner el himno. En lugar del Gaudeamus igitur, por los altavoces retumbó el O Fortuna, de Carmina Burana, y las jugadoras se vieron empujadas —por la fortuna, esto es, por la rueda implacable del destino— a bailar al son de esa danza furiosa y sensual, olvidando a todo olvidar las reglas del juego, el decoro y hasta su propósito en el campo.

Etiquetas: biografía ficticia, humor
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