Tempus fugit como un demonio emplumado

El reloj de bolsillo lo inventó un sastre bueno en 1907, a las diez de la mañana, en Francia. Desde ese preciso momento, se empezó a mirar de reojo a todos los demás relojes. Los de pared fueron empotrados y los de los campanarios, defenestrados. A los de sol se les puso sombra. Y se arrancaron las manecillas a ochenta mil setecientos relojes de sobremesa. A las tres y media de ese mismo día todos los franceses tenían un reloj de bolsillo. A las cuatro y cuarto tenían dos. Pero a las ocho se inventó el puto reloj de pulsera.

Compartir: