Vámonos

Llevámonos. De niña, en vez de “me voy”, decía “me llevo”. Si cuando iba al parque por decisión de sus padres, decían “te llevamos al parque”, cuando era ella la que decidía ir a algún lugar dentro de sus escasos metros de autonomía, lo suyo era un “me llevo”. Más allá de esta lógica, por infantil aplastante, sigue, ya adulta, prefiriendo un “me llevo”. Quizá porque chocó con muchos “me voy” lapidarios, a destiempo, en los que hubo amargura o resentimiento, tan distintos al de hoy, que sugiere afecto y deseos de retorno. “Me llevo”, dice; “nos llevamos”, le dicen.

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