—Es todo como antes, pero ahora somos dos, y los dos tenemos algo de ellos. Tú también tendrás algo mío. Heredarás mis lápices, mis libros y mis suéteres, y puede que mi bicicleta, pero tendrás que cuidarlos, quién sabe si vendrá otro, nunca se sabe.
—Ya.
—De ellos habrás heredado el pelo o las orejas, no sé muy bien cómo funciona. A veces es difícil saber dónde acabamos nosotros y dónde empiezan ellos. Es como una ensaladilla rusa, todos revueltos, solo que no somos rusos.
—¿Somos ensaladilla?
—Bueno, tampoco.
—Si viene otro, ¿vendrá ya viejo?
—Eso nunca se ha visto.
