Llueven hombres

Así comenzaron a irse todos. A veces de uno en uno; a veces de a pares, cogiditos de la mano; a veces en grupos inciertos. En su mayoría medio desnudos. Nadie sabía si por voluntad propia u obligados. Aunque no parecían infelices, la verdad. Un poco sorprendidos, podría decirse. Con cara de no creerse que la gravedad hubiese dejado de funcionar. Nunca supimos dónde se iban ni por qué, solo que no volvieron. Solamente las más ilusas confundieron la perspectiva y creyeron que llovían hombres. Ahora somos una tribu de amazonas. Y solo las más ilusas los echan de menos.

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