Cuando el padre de Amy le dijo: «Acompáñame al trabajo», ella se quejó.
—Esta vez será distinto.
Para que fuera verdaderamente distinto, esta vez no tendría que hacerla memorizar, una a una, cada tarjetita explicativa, ni someterla a examen. No tendría, en fin, que intentar culturizar a la criatura.
Tendría que dejarla jugar a su aire, toquitear sin freno, tumbarse en los bancos…
Y eso haría. La dejaría incluso dormir allí, sacar M&Ms de la máquina con una moneda falsa, envolverse en papel higiénico para disfrazarse de momia…
—Mientras dure el confinamiento, voy a vigilar a todos menos a ti.
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