En 1959, en Nápoles, yo mismo tenía que subirme el internet a mi casa con una cuerda y un pozal.[…]
Leer más
Una imagen. Cien palabras
En 1959, en Nápoles, yo mismo tenía que subirme el internet a mi casa con una cuerda y un pozal.[…]
Leer más– La blusa que María llevó el domingo pasado al baile (con un resto de carmín, que no ha salido).[…]
Leer másJamás coincidieron en la escalera, al bajar la basura. Ella la dejaba en el contenedor por la mañana, cuando se[…]
Leer más– Pero, ¿de quién es? –gritó una voz cuando el canastillo pasó por tercera vez. – Mío no –rio la[…]
Leer másRespecto a lo de la obsesión por su aspecto, él aseguraba que lo suyo no era vanidad. Le gustaba aparecer[…]
Leer másNos conocimos de una manera bien tonta: yo me reponía de una enfermedad de nombre impronunciable que, tras meses postrada[…]
Leer másPara no subir la compra por las fatigosas escaleras de nuestro edificio, mi hermano y yo habíamos ideado un sistema[…]
Leer másEl hotel que abrí en Nápoles fue un fracaso. No gustó que en lugar de ascensor hubiera un cubo y[…]
Leer másNo es solo por la mañana, ni siquiera ocurre todos los días, pero el fenómeno ya aparece en la Guía[…]
Leer másLo llamaban pretecnología pero eran manualidades. Era como si, por hacerlas con la mano, la pega y las tijeras se[…]
Leer más