Atrezo

La vida era aquello, una eterna repetición donde lo que parecía una salida era una entrada, y donde la entrada era una salida, pero cuesta arriba. De lunes a viernes se cruzaban dos veces a la misma hora, puntuales como esas figurillas de reloj mecánico con carillón, sin salirse ninguno de su eje. Los fines de semana no se daba cuerda al reloj, salvo cuando algo iba mal y había que ir también a hacer horas extras, y entonces sí se le daba cuerda. Si supiera cómo liberarse del engranaje y pudiera usar ese teléfono público… ¿O también era atrezo?

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