Tarde

—Venga, vamos, se hace tarde.
—Esperaba un conejo blanco.
—Eso es una licencia poética. Vamos, no te entretengas.
—¿Por qué tanta prisa?
—Quiero acabar con esto de una vez. Es muy cansado llevar el peso del tiempo a tu espalda —dijo el extraño niño señalando el enorme reloj.
—Vale. Vamos.
—Aquí está tu entrada.
—¿Un charco? Se supone que debería ser una madriguera o un espejo.
—No seas tan literal, además un charco es parecido a un espejo ¿no? Venga, entra.

Seguro que se me riza el pelo pensé mientras me tapaba la nariz y me zambullía en el agua.

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