La maldición

Madeleine siempre tuvo mala suerte con las cámaras. Cuando cada curso se retrataba a los niños de la clase, ella se caía o estornudaba en el momento más inoportuno. En las fotos de fiestas familiares era una espalda, un brazo o una pierna huidiza. Hasta que conoció a Edouard, el fotógrafo, y le habló de esa especie de maldición. Él le pondría remedio, le prometió. Y así, un día fueron juntos al canal. Ella con su vestido favorito. Él con su mejor cámara. ¿Lista? ¡Sí! Madeleine empezó a bajar hacia él, radiante. Entonces aparecieron esos dos y se pararon. ¡Click!

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