El mismo rumor de agua en el canal; el mismo frío tibio, preludio de primavera. La misma tierra fértil. El paisaje apenas ha cambiado desde entonces y el olor de la hierba en el sendero evoca aquella tarde maldecida. Antes hubo cien días de besos promisorios y cálidas caricias. ¿Acaso no inventamos tú y yo el amor genuino?
Desde aquí arriba, atalaya del adiós, frontera de tus días; desde aquí, donde Ares te borró con balas de soberbia, vuelvo la cara y rememoro, y nos contemplo en la imagen nostálgica de lo arrebatado, en el dolor amargo del futuro imperfecto.
