El camino

Déjame la bici, que así vamos más rápido, me dice. Que con esas piernas que tú tienes vas a llegar una hora antes que nosotros, me suelta. No, si la culpa es mía por pensar que no iba a hacer lo de siempre. Si lo sé le dejo la silla de camping, que estarían más cómodos. ¡Valiente imbécil! Me refiero a mí misma, claro. Diosdado siempre ha sido más listo que un ajo. Si es que hasta en el nombre se ve que es el favorito.

—¡Diosdado, demontre, la leche que te han dao!

—¡Ya voy, Angustias, no seas pesada!

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