Recuerdo que la mañana del día que se me cayó el primer diente: llegué tarde a clase y sin haberme lavado la cara. El camino hasta el colegio lo pasé moviendo el diente con la lengua, jugando con él y pensando qué iba a pedir al Ratoncito Pérez.
Recuerdo el susto que me dio Sor Milagros cuando entré en el colegio y notar cómo me tragaba el diente.
Recuerdo con intensidad cómo el deseo se cumplió de inmediato, el calor en la cara por las llamas y los dos meses que se tardó en volver a levantar una escuela nueva.
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