Mi comandante

El kilo de extraterrestre está esa mañana dos veces más caro de lo habitual porque el patrón del barco ha tenido que plegar tres veces el espacio tiempo antes de encontrar un buen caladero. En Orión ya no hay nada.

Meryone Sánchez, una clienta asídua del muelle, reniega pero señala la pieza más grande, paga y regresa a casa. Una vez allí, lo prepara todo, como siempre. Se pone guapa, enciende el fuego y se cuadra. “Descanse en paz, mi comandante”, le dice al cefálopodo.Y lo incinera. Esa noche, Perseo brillará con una intensidad que podríamos calificar de lánguida.

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