El hilo de la vida

Parca la llamaban, y mira que le gustaba hablar. Tejía y destejía los hilos de la vida humana. En un patio de butacas, claro. Porque ya lo dijo el gran bardo: el mundo es un gran teatro. Se vestía según la ocasión y aquella estaba resultando no diría dramática, pero sí algo complicada. De ahí el traje de chaqueta, el blanco y negro, las cejas levantadas, la concentración. ¿Cómo iba a terminar aquello? Boda y fin de fiesta habría sido lo habitual, pero, ay, se le estaba acabando la lana. Y en la cesta solo quedaba un poco de rojo.

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