Las tres

Llegó a la sala número 5, intentando no llamar la atención. Despacio, se acercó al cristal. La observó. Fría. Inmóvil.
—Ya estáis las dos juntas. Me habéis dejado sola.
Carmen sacó un pañuelo y retiró las lágrimas que empezaban a brotar.
—Ay, Adelina. Ya solo quedo yo —decía, con la frente pegada al cristal—. Echo de menos nuestros ratos con Pilar. Hemos sido inseparables. Pero no os preocupéis: los médicos dicen que no tardaré mucho en reunirme con vosotras. Así que id preparando la partida de cartas, que ya llego.
Se dio media vuelta y se marchó con una sonrisa.
Etiquetas: amistad, muerte, relato
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