Nunca estamos solos

¿Sabes cuando entras en un lugar que conoces y algo no te cuadra? Estás incómodo al principio, ¿qué será? ¿Habrán cambiado un cuadro? ¿La luz? Ese desasosiego es duradero, a veces nos lo llevamos a casa.

Vi por el rabillo del ojo algo que no debería estar allí. Parecía un cuerpo, pero no podía ser. A mitad de camino oí chof abajo y me pareció que el agua engullía algo. Una persona descendió a mi lado, me saludó sonriente, y entonces comprendí que los ectoplasmas de los anteriores suicidas se habían unido a mí para hacerme el camino más agradable.

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