El reflejo

Hannah se agachó como nosotras, se arrimó bien a Elfried y se asomó agitando las trenzas. Debíamos mirarnos de tres en tres en aquella especie de agua vertical que reflejaba las caras y los objetos. El rostro de Elfried y el mío eran los de dos niñas normales, fue un alivio y una liberación, sin embargo, Hannah no se reflejaba a pesar de apretar su cara contra la de Elfried empujándonos a las dos hacia la izquierda.
Al día siguiente, cuando pregunté por ella a la señorita Fritz pareció sobresaltarse, se recompuso en seguida y me contestó sonriendo:
– ¿Qué Hannah?

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