El camino hacia atrás

Era un camino de tierra como otros tantos del monte. Un trecho corto, apenas doscientos metros. Pero era mágico. Según avanzabas se te caían los años e ibas rejuveneciendo a cada paso. El camino hacia atrás, lo llamaban. Muchos iban hasta su adolescencia para recordar la intensidad de un beso, otros avanzaban hasta la infancia para saltar a la comba. Todos volvían luego al punto de partida. O casi todos. Algunos, los más osados, cruzaban el pasaje hasta el final y allí quedaban, convertidos en bebés, a merced de las bestias que disfrutaban de aquel extraño y bien surtido comedero.
Compartir: