El movimiento

Ninguna sonda ha sido capaz de percibirlo. Ninguna civilización mirona e hiperdotada de cañones y sensores de vuelo. Nada dijeron los griegos de juventud perpetua y un joven, a orillas del Orinoco, se sacó la idea de la cabeza como quien espanta un tábano. Y sin embargo, la naturaleza de los planetas descarta el movimiento. Tienden a flotar como pelusas de polvo en una habitación cerrada. Salvo que pasos diminutos y desparejos punteen sobre la superficie como si fuera una pelota de circo. Entonces, esos pies que se ignoran, activan el ciclo de las mareas. Los días y las noches.

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