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Una sábana lavada podía ser un lugar donde resguardarse. Había quien pensaba que nos escondíamos para conspirar pero solo queríamos un espacio propio donde escribir líneas enteras de emes y aes sin distracciones. Aprender a dibujar las letras era muy difícil entonces, especialmente para quienes no podíamos ir a la escuela. Elvirita, la que quería ser maestra y murió de tisis a los catorce, nos decía que las emes tenían que parecer una cadena de montañas picudas y que las aes eran como las olas. Cuando, años más tarde, conseguí ver el mar, me pareció una línea impecable de caligrafía.

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