Mi vida como un tablero de ajedrez: cuadriculada, regular, monótona, predecible. Una cotidianeidad llena de automatismos. Además, todo tan sencillo: blanco o negro, esto está mal y esto está bien porque así es como debe de ser. Todo tan equivocado.
Hasta que de repente un ligero cambio, mis pies se atreven a salir de lo conocido y asumido, y pisan otra tierra firme, más cálida y vibrante. Salgo del juego.
Entonces me atrevo a mirar con otros ojos, con curiosidad, con ilusión.
De repente, me siento rejuvenecido, mi niño interior quiere jugar de nuevo. Me conmueve.
Siempre hay algo más.
Jorge