-No veo ninguna salida. Acabemos con ellos.
-¿Matarlos? ¿Y qué haríamos luego? ¿Quién nos perdonaría?
-Disculpa. Ya no sé lo que digo.
Una mirada vacía. Una sonrisa triste.
-Siento alegría y pena al mismo tiempo. Al final nos pudo la niebla.
-Fuimos muy felices… Y volveríamos a serlo.
-Yo creo que no. Esta niebla nos ha cambiado.
-Sin duda nos robó la inocencia, las esperanzas. Pero nuestras almas, eternas, son las mismas.
-Quizá tengas razón.
Una mano posada en la nuca. Un abrazo envolvente.
Un último beso.
-¿Saltamos ya?
-Esperemos. Solo un poco más. Por si se disipa la niebla.
Juan Cerezo