Ansiedad. Demasiada. La espera de esa respuesta se hacía cada vez más larga. Unos días atrás, después de escribir a toda prisa y poner la hoja dentro del sobre, lo dejó en manos del joven mensajero.
— ¡De prisa!, llévaselo y aguarda por la respuesta -había dicho exaltada, mientras conducía al chico a la salida.
Tres días pasaron desde aquel momento y nadie se había vuelto a aparecer frente a su puerta. ¿Por qué?, ¿habrá sucedido algo?, ¿no quiso responder?, se preguntaba angustiada.
No conocía la respuesta. Únicamente le quedaba seguir esperando, viendo por esa ventana, tal vez, hasta la eternidad.