El don

Cuando le explicaron que desarrollaría el don de un tercer ojo no se imaginó que acabaría teniéndose a sí mismo todo el tiempo detrás mirando incansablemente. Creía que lo del tercer ojo era una cosa más mística, más como de ver otros planos de la realidad, pero no, se limitaba a estar todo el tiempo contigo mismo oteándote el horizonte en tu cogote. Y en silencio. Si al menos dijera algo. Pero sólo miraba. ¿De qué le servía un tercer ojo que hacía que el antiguo placer de la ducha se convirtiera en un incómodo trámite más de los días?
Compartir: