El paraíso ganado

A la viejita le gustaba ese rincón del parque. Había pasado las tardes de los últimos meses de confinamiento allí sentada disfrutando en soledad. Pero llegó la vacuna y el final de la pandemia y el parque se llenó de una continua algarabía de niños espitosos y con energía acumulada durante meses: gritaban, corrían, saltaban , reían, cantaban… era una tragedia. La viejita sentía que había sido expulsada del paraíso. Hasta que una tarde, harta de tanta bulla, sacó su libro de fórmulas, recitó unas palabras, hizo unos pases mágicos, y los convirtió a todos en pájaros. Qué descanso, se dijo.

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