Las guardianas

Se había convertido en algo tan escaso que tenían órdenes de administrarlo con precaución.

—Detrás de la línea, por favor. Esperen a que alguna de mis compañeras venga a por ustedes. Este grupo puede venir conmigo.

Avanzaba por el laberinto, pendiente de los movimientos de las personas que, con gesto serio, la seguían, vigilando que no fueran dejando migas de pan o piedrecitas.

Tras un rato caminando, llegaban a la salida, donde otra de sus compañeras aguardaba con varias jeringuillas cargadas de felicidad. Tras la inyección, recorrían el camino de vuelta, relajados y sintiéndose felices hasta que durara el efecto.

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