La estación de Inés (3)

Es imposible que lo recuerdes, pero el camarero del hotel te invitó a desayunar todos los días y todos los días te dijo que tenías una risa muy cantarina -dicen que como tu madre-; tampoco te acuerdas -eres muy pequeña, Inés- de que pegabas la nariz al cristal y en cuanto paraba de llover salías corriendo  por el camino del castillo en ruinas, y jugabas a que te escondías de mí como cuando te tapabas la cara en las ecografías, y yo jugaba a que no te encontraba, mecidos en el rumor de un verano lleno de todas tus estaciones.

La estación de Inés (1)
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