Cuando la curandera daba una palmada el abuelo perdía un año. Aplaudía y veíamos al viejo que era un hombre maduro que era un joven que era un muchacho que era un niño en su caballo. Entonces detuvo el aplauso. Y como pago me quedo el caballo de juguete, dijo la curandera. Nosotros cogimos al abuelo en brazos y ella se subió al caballo de madera, le tocó en la crin, y se volvió de verdad, le volvió a tocar en la crin, y le salieron alas. Mientras otros miraban al mar nosotros veíamos aquel pegaso volando hacia el horizonte.
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