La señora Esperanzados corrió con el espejo por toda la escuela, preguntando por Sofíados y Teresados. Las vio en el patio, jugando.
—¡Rápido!
Las niñas intentaron excusarse. “Solo estábamos…”.
—¡No hay tiempo!
En el espejo aparecieron Sofía y Teresa, que se lavaron las manos con desgana. Sofíados y Teresados reflejaron sus movimientos, pensando en la bronca que les iba a caer. La señora Esperanzados les repetiría que tenían que estar atentas, sin alejarse. ¿Qué pasaría —diría, como siempre decía— si un día Sofía o Teresa se asomaran a un espejo y no vieran a nadie al otro lado?