La espera

—Toda la vida esperando… El día que me casé también tuve que esperar a mi marido —comentó en voz alta.
—Pero bueno, si la tradición marca que debe ser al revés… —respondió uno de ellos.
—Pues ya ves. Y hoy, igual. Al final, tengo que esperarla yo. Habrase visto.
—Es raro, porque ella siempre llega puntual.
—Qué hartita estoy. Menos mal que…
—Llegará, mujer, que nosotros no venimos por venir. Estamos aquí para acompañarte. Está al caer, seguro.
—Mira, por allí viene. ¿Lo ves?
—Al fin.

Murió con una sonrisa en los labios. Ya no tendría que esperar nunca más.

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Etiquetas: muerte
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