–¿Tú estás segura? –preguntaba Andrea.
–Sí, segura, muy segura –respondía Lidia.
–Quiero decir, ¿no habrá problema?, al fin y al cabo ese es el lago favorito de los Jardines del Conde y ahí es donde están los peces más exóticos de su colección –insistía Andrea.
–Que sí, no te preocupes que no pasará nada –trataba de tranquilizarla Lidia.
Y efectivamente, no pasó nada. Lidia era osada cuando se trataba de ir a lugares prohibidos, pero era muy torpe en asuntos de pesca. De hecho aquello ni siquiera era una caña, era un paraguas. Pero a Andrea le dio apuro decírselo.
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