Sentirse solo desde que uno tiene recuerdo. Jugar solo. Leer solo. Pasear solo. Estudiar solo. Salir solo. Vivir solo. Siempre. Sentirse atenazado por la soledad, abrazado a ella sin querer y sin poder escapar. No acostumbrarse nunca. Ver los días bulliciosos pasar por delante, ajenos. Y tú, mientras, solo. Y decidir acabar con todo y subir a la azotea y tirarse casi con alegría y caer veloz hacia el patio. Y que lo último que veas sea a alguien jugando un solitario (y es, tal cual, como quien ve su vida pasar en un segundo) antes del final. Y sonreír.