Plano

Vivíamos en un barrio peligroso de una ciudad gigantesca, así que la solución que había encontrado mi madre aquel verano para dejarme jugar sin vigilancia era bastante práctica: me pasaba por un encogedor para que pudiera vagar libre por el plano hasta que, llegada la hora de la cena, ella acotaba un gran círculo sobre el que hacía oscilar un péndulo al que yo tenía que regresar lo antes posible para ser devuelta a mi tamaño. Ninguna de nosotras sabe qué se torció (aplanó) aquella tarde.

Tal vez entré demasiado rápido.

La vida en dos dimensiones tampoco está tan mal.

 

Etiquetas: familia, magia y sobrenatural, relato
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