Noches blancas

—Más despacio, profe, que me pierdo. Entonces, ¿cogemos una sábana?
—Sí, pero no una cualquiera. Tiene que ser blanca, como estas, que las de florecitas no dan miedo. Que esté limpia, eso sí.
—¿Y luego?
—Cogéis las cadenas y os paseáis por la casa de quien os hayan asignado esa noche.
—¿De noche? ¡Jo! —refunfuñaron las niñas—. De noche queremos dormir.
—Es que de día no funciona tan bien. No seáis perezosas. Ya veréis lo bien que os lo vais a pasar.

Las niñas apuntaban cada palabra, entre risas nerviosas. Ella las miraba, orgullosa. Iban a ser unas fantasmitas estupendas.

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