La palabra crea la función

Dice Pérez Estrada: «Al amanecer, el poeta diligente limpia las palabras de ruidos, las lava, y después cuelga las rimas en los tendederos de la melancolía para que el viento al anochecer las haga sonar alegremente». Nosotras escribimos sobre la tela para, a la manera del curtidor que trabaja el cuero, ablandarla y hacer que vaya memorizando la forma de lo que cubrirá, del mismo modo que el cuero se hace al hombro en bandolera o al lomo del caballo. Así, en la camisa escribimos «torso», «espalda», «brazos», «cuello». En las sábanas es difícil no escribir «sexo», «muerte» o «viento».

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