Mademoiselle Lebois II

Llegadas las últimas tardes de verano, cuando septiembre aflora, mademoiselle Lebois ofrecía en su casa clases voluntarias de “iniciación al curso”. Se trataba de repasar temario; casi siempre literatura, filosofía o francés para los mayores, y matemáticas para los pequeños. Acudía la escuela entera, por parejas o tríos: l’ordre avant tout.

Y en ese patio, entre sábanas con olor a jabón verde, a menta y a solana, nuestros expectantes cerebros acariciaban las sombras de la caverna, recitaban a Verlaine o restaban membrillos del huerto bajo aquella batuta sedosa de maestra antigua. Un día nos habló del futuro. Naturalmente, la creímos.

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