Todas las flores

No es que todas las flores sepan montar en bicicleta, pero venía de una familia bastante liberal.
A su madre la habían polinizado a distancia —un capullo de otro prado— y, aunque las estrictas convenciones florales del parterre evitaban que él y sus hermanos se atreviesen a preguntar por los detalles, ella lo llevaba con completa naturalidad.

Era una flor decidida y siempre había sabido lo que quería, y así se habían educado en casa.
Por eso, cuando una noche de verano de 1954 él montó en su bici para ir a explorar el otro prado, a nadie le extrañó.

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Etiquetas: amor, magia y sobrenatural, relato
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