A orillas del Mareotis

El primero de mayo de hace 2500 años, a orillas del Mareotis, hacía un calor espantoso. Nitocris había despistado a los esclavos (los nubios no saben jugar a nada); el sol quemaba su capa de muselina. Se arrodilló a beber del lago y lo notó a la primera: una energía nueva, zumbona e insufrible. Había abrevado de una corriente del río que hace inmortal. Así que le tocó ver morir y convertirse en estatua a papá, mamá y los demás. Y visitarlos cada año en el Louvre por su cumpleaños. Atrapada en su aspecto de niña y llamada ahora Brigitte.

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